El océano: el verdadero pulmón de nuestro planeta

2023, 27 de octubre

ABC Natural

 

Yo era una adolescente en los maravillosos años 80, una década de grandes esperanzas para el planeta. Durante mi etapa escolar supimos de acuerdos como el Protocolo de Montreal para resolver el problema del agujero de ozono, aplaudimos la moratoria de la caza comercial de ballenas y escuchamos canciones como “Do they know it’s Christmas?”, “We are the World” y el macro concierto Live Aid, que recaudó gran cantidad de fondos para luchar contra el hambre. Fue una década de grandes reducciones de tasas de todo lo que importaba: la mortalidad, el trabajo infantil, las armas nucleares, el uso de sustancias que destruían la capa de ozono y la hambruna, al tiempo que aumentaban otras como el número de personas con acceso a agua potable, electricidad y vacunas, así como el número de niñas escolarizadas, la alfabetización de adultos y el porcentaje de la superficie terrestre protegida convertida en parques nacionales y reservas de la biosfera.

 

También nos enseñaron que la selva amazónica era el pulmón del planeta. En la década de 1980, la Amazonía absorbía aproximadamente 500 teragramos* de dióxido de carbono al año. Su rica biodiversidad y sus complejos ecosistemas interconectados contribuían a casi el 30% de las especies del mundo, incluidas 40.000 especies vegetales que captaban el dióxido de carbono constantemente.

Desde que mi marido y yo fundamos la Fundación Ocean Born hace dos años me he dado cuenta de que la mayoría de la población sigue pensando que esto sigue siendo así hoy en día.

 

Pero no es así.

 

Aunque el cantante Sting empezó a dar la voz de alarma ya en los años 80 de que estábamos perdiendo parte de la mayor selva tropical del mundo a razón de un campo de fútbol por minuto, era difícil hacerse a la idea de la magnitud del problema. El Amazonas estaba lejos, dependíamos de las cintas VHS de David Attenborough para llegar a vislumbrar su aspecto, inmenso e impenetrable. Pero hoy sabemos que, en los últimos 20 años, la tala ilegal y la tala incesante en esta zona para la producción de carne de vacuno y soja han acabado con al menos 50 millones de hectáreas de la Amazonía, un territorio mayor que toda España, de tal manera que su capacidad de captura de carbono se ha reducido al menos en un 25%. Sólo en los últimos seis años, tres millones de árboles han sido arrasados convirtiendo la parte más extensa del Amazonas, la barsileña, en un emisor neto de carbono, con lo que ahora libera más carbono a la atmósfera del que absorbe. Nos acercamos a un punto de inflexión del que la Amazonía podría no recuperarse nunca. Aunque la replantación ayuda a contrarrestar las emisiones, la tasa de absorción de dióxido de carbono de los nuevos brotes es considerablemente inferior a la de los bosques maduros.

 

El mayor sumidero de carbono es el océano.

El océano, que ocupa en volumen el 99% del espacio habitable del planeta, contiene el 97% del agua de la Tierra y cubre el 71% de su superficie, es el mayor sumidero natural de carbono y el mayor emisor de oxígeno del planeta. Nuestra Tierra es, de hecho, el planeta azul, y tiene problemas. La mala noticia está a la vista de todos. La buena noticia es que donde hay peligro, también hay oportunidades. Tanto como ha cambiado la temperatura del océano, también ha cambiado la temperatura de la conversación pública. Aunque más acalorada, también está más centrada.

 

Hace tan sólo dos años, muchos, incluidos los líderes políticos, tachaban de alarmismo la idea de que la crisis climática se agravaba con el paso de los años. Hoy sabemos que no es así. La crisis climática ya no puede dejarse de lado, menospreciarse o ignorarse. Es real, está aquí y no va a desaparecer.

Ha llegado el momento de tomar la iniciativa. Por fin empezamos a darnos cuenta de que nuestra existencia como sociedad y como especie, depende de nuestro océano. Se nos presenta una gran oportunidad y una responsabilidad igualmente grande.

En España hemos visto los efectos del calentamiento global y el rápido aumento de la temperatura del mar en nuestro patio trasero. En los últimos 35 años, la temperatura del mar en el litoral mediterráneo y las Baleares ha aumentado 1,1 °C en las aguas superficiales (de 0 a 50 m) y alrededor de 0,7 °C en aguas más profundas (80 m). El cambio de las temperaturas en el noroeste del mar Mediterráneo en las últimas décadas es más pronunciado que el aumento de la temperatura en el conjunto de los océanos del mundo. Una reciente recopilación de datos temporales de temperatura del Mediterráneo occidental revela un patrón de calentamiento constante y consistente durante los últimos 40 años.

 

La accidentada orografía y la situación geográfica de España se prestan a una considerable variabilidad climática. El análisis de las tendencias de temperatura confirma que se ha producido un aumento generalizado de la temperatura media anual desde mediados de la década de 1970, siendo el calentamiento más evidente en invierno. Los incendios forestales están más extendidos, son más frecuentes, más volátiles, más violentos y más destructivos.

El océano es nuestro mejor aliado para combatir este problema: el océano representa el sumidero de carbono más profundo, significativo y eficaz que conoce la ciencia.
El océano produce la mayor parte del oxígeno que respiramos, nos proporciona gran parte de los alimentos que comemos y señala el camino hacia el desarrollo de gran parte de la ciencia y la tecnología que necesitamos para sobrevivir individual y colectivamente. El océano ha sido el responsable de captar entre el 20 y el 30% de las emisiones de carbono generadas por el hombre desde la década de 1980 y ha absorbido más del 90% del exceso de calor del planeta con un clima cada vez más cálido. Esto nos lleva a preguntarnos hasta qué punto sería grave la crisis climática si no fuera por el océano.

La absorción de carbono afecta al valor del pH del océano. Desde la revolución industrial el pH del océano ha descendido de 8,2 a 8,1 y se prevé que descienda otras 0,3 a 0,4 unidades de pH a finales del presente siglo. Un descenso de 0,1 en el pH podría no parecer significativo, pero la escala del pH, al igual que la escala de Richter utilizada para medir la fuerza de los terremotos, es logarítmica.
La importancia del aumento de la acidificación de los océanos podría marcar la diferencia entre un océano sano y un océano que se está muriendo. Las aguas ácidas suponen una amenaza para una gran cantidad de especies marinas como, por ejemplo, las ostras, los mejillones o los erizos, ya que les impiden construir las conchas que necesitan para sobrevivir.

El zooplancton sufre también las fluctuaciones en la acidez del océano. Estos organismos son una pieza clave en la compleja red trófica marina, ya que se encuentra en el nivel más bajo de la cadena alimenticia y, por tanto, su desaparición alteraría las poblaciones de especies más grandes y, por ende, todo el ecosistema. El zooplancton es además un poderoso captador de dióxido de carbono.

 

La acidificación de los océanos es una grave amenaza. ¿Qué hacer ahora?

Es imprescindible reducir los gases de efecto invernadero. Desde Ocean Born ayudamos a mitigar los efectos de la crisis climática invirtiendo, por ejemplo, en bound4blue, (https://oceanbornfoundation.org/grants/bound4blue/), una empresa con sede en Barcelona que ha diseñado un sistema de propulsión eólica para determinados tipos de embarcaciones marítimas que usan combustible, y en CHOOOSE (https://oceanbornfoundation.org/grants/chooose/), una empresa con sede en Noruega que actualmente proporciona a las autoridades aeroportuarias, los sitios web de viajes y la industria de las aerolíneas una solución de software para cuantificar y compensar las emisiones de carbono de los viajes en avión. Donamos fondos a la Clean Arctic Alliance (https://oceanbornfoundation.org/grants/clean-artic-alliance/) para hacer campaña a favor de la prohibición del paso de combustibles pesados por el Ártico que liberan carbono negro, y a través de nuestro apoyo a SeaLegacy (https://www.sealegacy.org;https://oceanbornfoundation.org/grants/sealegacy/), un actor clave y en primera línea en la lucha para proteger el océano mundial de su degradación.

Lo que más me enorgullece es que todas estas acciones son impulsadas por consumidores que eligen comprar productos comercializados por Ocean Born. Afortunadamente, Ocean Born es sólo una de las muchas organizaciones comprometidas a ayudar a salvar los océanos del mundo. No todos los días tendremos la oportunidad de salvar el planeta, pero cada día nos ofrece la oportunidad de cambiarlo a mejor.

“Trabajando unidos, es una carrera que podemos ganar”, dijo el Secretario General de la ONU, António Guterres, en un discurso pronunciado a principios de este año en la Cumbre Mundial de los Océanos en la isla de São Vicente, en Cabo Verde, azotada por la sequía. Guterres describió la economía azul -un modelo económico basado en nutrir y no explotar el océano mundial- como una oportunidad para promover el desarrollo sostenible. “La ONU se ha comprometido a convertir la ambición en realidad”, añadió Guterres. “Convirtámonos todos en los campeones que el océano necesita, y pongamos fin a la emergencia oceánica y preservemos este precioso regalo azul para nuestros hijos y nietos”.

En realidad, esto no debería presentarse como una opción. Lo que pocos discuten abiertamente, pero se puede encontrar en los informes del IPCC, son los graves riesgos potenciales de que el océano, al igual que la selva amazónica brasileña, se convierta en un emisor neto de carbono en la segunda mitad de este siglo si las emisiones de carbono siguen aumentando sin control. Es un escenario que no podemos permitirnos.

Como dijo el difunto Carl Sagan al ver una imagen de la Tierra en un remoto rincón del espacio exterior: “Quizá no haya mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta imagen distante de nuestro diminuto mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente unos a otros, y de preservar y apreciar (este) pálido punto azul, el único hogar que hemos conocido.” 

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